jeferson perez
Jersinio era el nombre con que su madre quiso inscribirlo
cuando aún era un bebé. Sin embargo, este no fue aceptado en el Registro Civil
del Azuay. El argumento fue que no correspondía al idioma español. Entonces Fausto, su hermano mayor, sugirió el de Jefferson,
aunque también para conseguir su aceptación se debió decir que era hijo de un
deportista. Nació en El Vecino, uno de los barrios más tradicionales de Cuenca,
el 1 de julio de 1974 como hijo de Manuel Jesús Pérez y María Lucrecia
Quezada.
Pero por esos tiempos su progenitora jamás se imaginó que su
querido "Nardo", así lo llama ella por su segundo nombre: Leonardo,
llegaría a ser la máxima figura del deporte ecuatoriano de todos los tiempos.
Durante su infancia, la vida de Jefferson Leonardo transcurrió
igual que la de los demás niños de barrio, en medio de limitaciones económicas.
Inclusive, sus estudios primarios, que los realizó en las escuelas Eugenio
Espejo y Gabriel Cevallos, luego los secundarios en el Colegio Francisco Febres
Cordero, tuvo que compartirlos con algunas tareas para ayudar al sustento de su
hogar.
No obstante, su progenitora, a pesar que adolece de una
discapacidad visual, es uno de los pilares fundamentales para la consagración
deportiva de Jefferson. Aparte de inculcarle los mejores modales, demostró un
gran tesón para salir adelante junto a sus hijos. Además de Jefferson y Fausto,
la familia Pérez Quezada está compuesta por Fabián, Marcia Patricia y Fanny.
Más allá de su trayectoria deportiva, el campeón olímpico
1996, obtuvo se ha esforzado también en el campo académico, obteniendo el
título de Ingeniero Comercial, además de Máster en Administración de Empresas
en la Universidad del Azuay.
Todo por un 20 en Educación Física
Su incursión en la marcha fue por casualidad. Todo comenzó
ante la premura de prepararse para una carrera de resistencia, que servía como
examen de Educación Física, cuando era alumno del segundo curso en el colegio
Francisco Febres Cordero.
Esa urgencia le empujó a pedir a su hermano Fabián que le
cediera su puesto para entrenar por una semana junto al grupo de atletas
dirigidos por el entrenador Luis Muñoz. Hasta que una mañana de abril de 1988
con cierta timidez se acercó al parque de La Madre, sitio que de allí en
adelante se convirtió en su cuartel de preparación.
Muñoz decidió incentivarlo a que compita en una prueba de
fondo. Con pocas semanas de preparación ya triunfó en la carrera Sport AID,
ganando el derecho de representar a Ecuador, junto a Janeth Caizalitín, en
Nueva York, EE.UU. y Londres, Inglaterra como embajador deportivo.
Al descubrir su potencial para la marcha, el entrenador azuayo
Luis Chocho le invitó a unirse a su grupo donde ya estaban las campeonas
sudamericanas Miriam Ramón y Luisa Nivicela. Aunque al principio no fue de su
agrado por los movimientos extraños que demanda la caminata atlética, luego de
conversar con su familia decidió decir sí a la caminata, afrontando como un
reto este(hasta entonces) “extraño” pero extraordinario deporte.
Seúl, su primera consagración
Su primer logro relevante fue la medalla de bronce en el
Mundial Juvenil de Atletismo, en Plovdiv, Bulgaria, en 1990.
Hasta que dos años más tarde, su primera consagración la
alcanzó al ganar el título mundial juvenil en Seúl, Corea. "Padre cumplí
mi promesa de ser campeón mundial" reza una leyenda escrita al reverso de
una fotografía postal dedicada su progenitor fallecido. Luego vinieron triunfos
en competencias sudamericanas, bolivarianas, panamericanas en la categoría
absoluta.
Pero su consolidación deportiva definitiva la consiguió con su
medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996. Esa mañana del 26
de julio venció a toda incredulidad ecuatoriana, puesto que solo un círculo muy
reducido de gente que seguía muy de cerca su trayectoria abrigaba esa
esperanza. La inyección de experiencia del entrenador colombiano Enrique Peña
fue determinante en el momento de la motivación y la definición de la
estrategia para la competencia misma. Un desconocido Jefferson Pérez sorprendió
también a los favoritos para ganar el evento.
Claro que en su camino se tropezó con duros obstáculos como la
fractura de su clavícula en 1993 o la detección de una hernia discal en 1999,
diagnosticada días antes del Campeonato Mundial en Sevilla España, con lo cual
Jeff se encontraba en un dilema, competir o proteger su espalda y salud.
Decidió tomar parte de la competencia y consiguió la medalla
de plata para su país, luego de unos días fue sometido a una cirugía de su espalda,
lo cual le dejó literalmente postrado en una silla de ruedas por varias
semanas. Posterior a su rehabilitación continuó su trabajo hacia las olimpiadas
de Sidney 2000, ubicándose en un cuarto lugar, luego de lo cual dejaría el
deporte por el lapso de un año, tiempo que aprovecho para terminar su carrera
universitaria.
Sin embargo, cartas y llamados de los
ciudadanos de todas partes del país, exhortándole a que regrese a competir, fue
más fuerte que su decisión inicial. Razón por lo que después de un año decide
volver a realizar alto nivel deportivo. Su tenacidad le llevó a conseguir su
segundo título en Copas del Mundo (primero en Podebrady en 1997) esta vez en
Torino Italia, lugar donde nuevamente rompe todos los pronósticos y sale
triunfador del evento. De esta manera volvió para demostrar toda su grandeza
deportiva y humana.
Tricampeón mundial, para que nadie dude de su grandeza
Pues su gloria siguió fortaleciéndose y a pasos agigantados.
Lo hizo cuando alcanzó el título los 20 km marcha del Campeonato Mundial de
Atletismo de Francia en el 2003 y fue con el récord mundial de 1:17:21, que lo
mantuvo por cuatro años.
Ese triunfo lo repitió en el Campeonato Mundial de Helsinki,
Finlandia 2001, al imponer un tiempo de 1:18:35. Y otra vez, cuando ya muchos
decían que a Jefferson le atrapó una etapa de decadencia, él demostró lo
contrario. Como para que nadie dude de su jerarquía protagonizó una verdadera
hazaña en el Mundial de Osaka, Japón 2007. A miles de kilómetros de su natal
Cuenca, se proclamó tricampeón absoluto al conquistar en forma consecutiva la
tercera medalla de oro mundial en los 20 km marcha (1:22:20).
Así ya todos seguros de su grandeza, llovieron los
reconocimientos, incluso en el extranjero. Al final del 2007, Prensa Latina, de
Cuba, la BBC de Londres y Fox Sport eligieron a Jefferson Pérez Quezada como el
mejor deportista de Latinoamérica. A la par, en Ecuador sin ninguna duda fue el
mejor del año para medios de comunicación y organizaciones como El Universo,
revista Estadio, Asociación de Periodistas Deportivos de Pichincha y muchos
otros.
Incentivado por esa gran dosis de elogios, Jefferson espera
dar su paso final en los Juegos Olímpicos de Beijíng, China. Cebe anotar que
Sidney 2000 y Atenas 2004 debió conformarse con el cuarto lugar (1:20:18 y
1:20:38). No obstante ahora pugnará por subirse una vez más al podio olímpico,
ya que esta será su última competencia, con la cual cerrará sus más de 20 años
de carrera deportiva.
Luego de dejar las pistas, el máximo exponente deportivo de Ecuador
buscará otros derroteros en su vida. Actualmente aporta a la sociedad desde la
fundación que lleva su nombre, brindando salud, educación y nutrición a niños y
adolescentes de escasos recursos económicos. Además ha creado cientos de plazas
de trabajo por medio de negocios que inició hace varios años. De esta forma su
aporte sigue creciendo en otras actividades, mucho más allá del deporte.
Generando así que su sello de excelencia deportiva, empresarial y humana
perduren por siempre.


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